Cuando mi madre hablaba


Cuando mi madre hablaba, se escuchaba el aire correr entre los pétalos de margaritas. Sus cabellos color azabache semejaba banderas serpenteando en el viento salado de una noche oscura, sin luna. En sus ojos se podían ver universos y galaxias sin descubrir. Un maravillo espejo sin fin.

Allá, en el fondo de su sonrisa, se olía el maltrato e incomprensión de quien se esperaba la protegiera como se protege un tesoro de valor superior a lo incalculable. En sus manos se descubría la caricia nueva, recién nacida, solo aprendida en la caricia a sus hijos porque ella nunca la recibió. Fue reconocida por ella solo por instinto.

De ahí, de no haber recibido cariño ni aprecio es que surgieron los errores que pudo haber cometido en la crianza… ella aprendió del amor, en el camino de amar a sus hijos.

Mi madre gozó de una belleza maravillosa y deslumbrante. Tenía una sensualidad que desconocía.

No hizo escuela, llegó en sus estudios hasta quinto de primaria, pero bebió como errante en el desierto las enciclopedias que mi padre compraba.

Mi madre erró mucho conmigo, pero no importa, la amé y hubiera amado de no ser mi madre, solo por constatar el inmenso amor que prodigaba como Dios le daba a entender.

Mi madre dio mucho amor, todo lo que ella en su casa materna jamás recibió.

Mi madre… mi madre.

Paty Rubio ©®


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