Atracción

 


Relato incluido en mi libro “Nosmelia”

Atracción

Conocí a Ulises en aquella reunión navideña de la Secretaría, me impactó por su traje impecable, la fuerte presencia, piel bronceada, estatura y una enorme sonrisa posada sobre el par de labios carnosos y sensuales.  Iba acompañando al subsecretario; quien me lo presentó como su hijo.

-Licenciada Penélope, mi hijo Ulises- señalándolo con la palma hacia arriba- recién llegado de los Estados Unidos

Él extendió la mano, al sostener la mía en la suya, perdí mi piel. Su padre se retiró dejándolo conmigo

-Ulises la licenciada me hará el favor de acompañarte. Los dejo para que se diviertan.

Me sentí tonta, nerviosa como adolescente. Hice un gran esfuerzo para que no se notara. Me invitó a la pista de baile, donde bailamos la tanda completa.

- ¿Quieres un trago?

-Por favor- mientras me abanicaba con la mano

Fue por los tragos y al regresar me condujo hacia la terraza; lo que agradecí. Ahí nos sentamos y lo dejé hablar embelesada.

Mientras Ulises hablaba, yo no podía dejar de mirar sus labios ni cómo, su lengua llevaba a cabo una sensual danza en cada palabra que pronunciaba. Se movía tocando los blanquísimos y perfectos dientes. Subía hasta tocar su paladar coqueteando en un movimiento serpenteante, tocaba sus labios que, dejando un brillo húmedo en ellos, me embelesaba imaginando un mundo de posibilidades y deseos.

Todos comenzaban a irse. Me despedí de Ulises, y al hacerlo, me pidió que nos volviéramos a ver. Le dije que me llamara para ponernos de acuerdo. Sin esperar, quedó de pasar por mí a la Secretaría al día siguiente. Me acompañó al auto y antes de cerrar la puerta, se inclinó a darme un beso en los labios. Me fui a casa sintiendo un apresurado latido.

Cuando por fin entré a la cama, me fue imposible dormir pensando en Ulises.  Así que, sin pensar, mi mano bajó despacio hasta lograr tocarme el clítoris. Lo palpé con mis dedos. Se encontraba hinchado y sensible, sentí la humedad. Me estremecí con la electricidad que recorrió la columna y erizó mi piel. Inicié acariciándome suave, sin separar los labios, sentí el pulso de mi vagina. Mis dedos solo tocaban el vello púbico y la firmeza del clítoris que, aún cubierto, adivinaba la caricia y se hacía más duro.

Imaginé las manos de Ulises que me acariciaban, creyéndome dormida y cuidaba no despertarme. Tocaba mi monte.  Al mojar sus dedos con saliva y volver a tocar, se daba cuenta que la humedad ya emergía por entre los labios. Haciéndolos a un lado, tomaba un poco, dejando mi excitado clítoris al descubierto. Mi garganta empezaba a gemir en un susurro. Mi cuerpo respondía a su caricia. Con lentitud, tal como yo gustaba y deseaba hacía pequeños círculos alrededor del clítoris, con los dedos ya completamente mojados, mientras sonreía satisfecho.

Al ver la profusión de jugos, acompañados por el placer que mi garganta emitía y la respiración que se aceleraba paulatinamente, renovaba la caricia en círculos y tocaba con la lubricación, la punta del clítoris. Gozaba al ver que mi cadera, se movía a causa del placer despierto, y abriendo un poco más mis muslos, ponía su cabeza entre mis piernas. Un instante después su boca se posaba con suavidad en mi clítoris, dando besos tiernos y acto seguido era su lengua la que, comenzaba a acariciar, con esa tibia suavidad que solo una lengua puede dar, toda mi vulva ya expuesta. Lamía mi clítoris, de arriba a abajo, lamía y besaba. No quería abandonar el placer de sentir en su lengua, los líquidos de mis entrañas. Se llenaba, goloso con ellos, succionando lo que brotaba. Mientras tanto yo, con el goce que sentía, por fin abría los ojos. Agradecida y excitada, me deleitaba viendo su cabeza sumida entre mis piernas.

Ulises al darse cuenta que estaba despierta, cubría por completo mi clítoris con sus labios y comenzaba a succionarlo, chupando, lo hacía su presa. Movía su lengua desquiciándome de placer. Yo apretaba mis piernas alrededor de su cuello atrapándolo, mientras mi garganta solo atinaba a decir, sosteniéndolo hacía mí con las manos, para evitar que se retirara:

-Así amor mío, así. Me vuelves loca, así, no pares, no pares, así, cómeme, cómeme.

En ese momento, mi orgasmo hizo implosión dejándome laxa. Al recuperar el ritmo de mi respiración, lamí con gusto mis dedos mojados y agradecí la fantasía en la que Ulises me acompañó. Me arrebujé en la cama y dispuse a dormir, pensando en el día siguiente.

Paty Rubio ©®

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