Bla bla bla

 

Bla bla bla

En mi casa no se para de hablar, para donde voltee, por donde pase, siempre escucho que se parlotea sin parar de infinidad de temas.

Si es el sillón, ese siempre está quejándose con que si…

-Soy el respaldo y nadie me reconoce, siempre aguardando a la fiaca o esperando el descanso.

Y la cama, huy ella, cuando no suspira por los amores acumulados, llora por tanta melancolía gravada, o por los insomnios que le han hecho mella. De las sábanas, mejor me callo por su tanta indiscreción.

La escalera con su crujido y lamento me tiene loca.

De cuando en cuando se deja escuchar una risa infantil entre algunos juguetes que pertenecieron a mi nieta. Lo sé, porque los de mis hijos hace harto tiempo que desaparecieron, su infancia se fue de casa con el tiempo, cuando en un tris… se ha convertido en muchos años.

Los tantos libros, diseminados por la casa, cuentan y cuentan sin parar historias a mi paso. Todo con el propósito de hacer que me detenga para llevarme en vuelos galácticos entre sus hojas, y los muy taimados con la misma intención prosaica de ser tomados entre manos y manoseados con concupiscencia.

Aquellos que fueron escritos por mí, hablan de la tanta historia en mi vida, y como no, si ya lleva la cuenta de sesenta y seis años. Ella habla a mi paso de instantes llenos de esperanza, de sueños trucados y por qué no algunos que se realizaron y muy bien recreados.

También me recuerdan en su parloteo… huy, de los amores vividos desde el fondo del corazón y los cosquilleantes aleteos mariposados. Algunos aún se encuentran presentes, pero otros ya casi están olvidados.

Por la casa se hallan diseminadas muchas libretas, garrapateadas con la premura de ideas que no quieren fenecer en el olvido, o por nacer abruptamente con la pasión encendida.

Al paso se pueden ver montañas de hojas sueltas, encimadas al garete, una sobre otra, en tantos años ¡Imaginen cuantas se han acumulado! Y tantas que dan la apariencia de ser un pastel que se está derrumbando de lado y que permanece de pie, haciendo malabares tan solo por puro orgullo.

En algunas de esas hojas, rebeldes, al paso del tiempo y el abandono, hablan o cuchichean de intentos de relato, ya sea inconcluso por el abandono en que se quedaron, de lo que se quejan claramente pidiendo ser terminados. Otros más de historias cachondas, de miedos y terrores nocturnos, de historias de infancia o de cuentos fantásticos que han servido de jarabe para dormir a los niños o levantar el ánimo en días de tormenta, y algunas otras tan cachondas que chamuscan las manos de quien las sostiene.

Las más, al igual que muchos de los libros impresos… (suspiro) cantan poesía en volutas de versos cojos, el canto de mis huesos, los caminos hacia las utopías que, dicho sea de paso, han sido inútilmente recorridas en un espejo sin fin.

No se diga más. Mi casa me enloquece con tanto parloteo. Oigo las voces de esquina a esquina, de rincón en rincón, desde los cimientos de su planta hasta el cielorraso y más.

¡Silencio! Que alguien calle tanta palabrería que en realidad no me lleva a ningún lado y sin embargo me hacer llegar a todo y todos… los confines del universo con su bla bla bla.

Paty Rubio ©®



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