Envidia
Envidia
Bueno, pues "mi
refri no guarda ni chelas" como lo hace el de la poeta Anel.
Aún sin ver, sé que en
el cajón del fondo queda una cebolla olvidada, cubierta de una gruesa
almohadilla de hongos gris verdoso, debido al sentimiento de abandono. También
el cadáver de un jamón, ya verde por la nostalgia, un plato con los vestigios
de algo color chocolate, que… pudo haber sido cualquier cosa comestible quien
no aguantó la melancolía de la incomprensión y salió en fuga gaseosa dejando un
rastro indescifrable. El quejido de un trozo de queso, duro como una piedra, de
un color amarillo oscuro, donde se podrá ver, en la gruesa y petrificada
corteza, un sello pintado que denuncia pertenecer a un queso italiano de buena
calidad.
Al asomarme y sentir el
frío intenso que reina en esa devastación y abandono, cierro rápidamente la
puerta de mi refrigerador, abrigando envidia por él, cuando de repente lo
escucho preguntarme
-¿Cómo puedes envidiar
el frío que impera dentro de mí? ¡Es un absurdo!
- ¡¿Cómo no he de
sentir envidia!? -respondo- a ti nadie te cuestiona el porqué de tu frialdad.
Estés lleno o vacío de víveres, es más, todo mundo espera que así permanezcas.
En cambio, yo, me sienta triste, nostálgica o melancólica, sana o enferma,
agotada, con problemas o… como sea, siempre, siempre exigen que mi devastación
interna, ésta, que me hace sentir congelada de tristeza se disfrace y
enmascare, para que lleve siempre una cálida sonrisa en mi rostro y una
respuesta pronta y amable.
Que las heladas
lágrimas que pugnan por salir, se derramen por dentro para que nadie, nadie,
nadie las vea... no vaya a ser que crean que mi intención es que alguien se
sienta responsable de lo que me pasa.
Paty Rubio ©®
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