La casa me reclama (cuento)
La casa me reclama
Hoy mi casa... me habló
de olvidos. En mi columna recorrió un intenso escalofrío mientras ella me
hablaba.
Así me di cuenta de que
estaba comenzando a olvidarme también de mí.
Puse atención a todo
cuanto la casa decía. Me dijo que no mencionaría a todos para ser concisa, sólo
hablaría de los que veía que me estaban haciendo más falta. A su manera
comenzó.
Primero me señaló el
espejo, pidiéndome que repitiera lo que él me decía en su reflejo. Cuando me
asomé a mirar, no pude sostenerle la vista y bajé los ojos apenada. No, no
pude, y la casa al darse cuenta me preguntó el por qué.
-No me gusta lo que
veo.
-Pero mujer, esa imagen
eres tú.
-Lo sé y no me gusta lo
que veo, han pasado muchos años, se notan en mi reflejo. ¿¡Dónde quedó mi piel
suave y sin arrugas, los ojos brillantes que tenía sin bolsas en los parpados!?
No, no me gusta lo que veo.
Mi casa crujió sus
paredes y el suelo tembló ligeramente. Juraría que emitió algo semejante a un
suspiro, al mismo tiempo que, el gruñido típico de un desacuerdo.
Fue como si la casa
moviera la cabeza con negación. Pasando de largo a otro tema, hizo hablar al
cielo raso quien dijo:
-¿Cuántas veces has
sentido de mí, como textualmente dices “el techo se me viene encima”? pues
déjame informarte que no he sido yo, sino que es responsabilidad del producto
de tus inseguridades. Sí, eres tú quien tiene el libre albedrío, nosotros, dijo
señalando la casa entera, sólo estamos para cubrirte, protegerte y cumplir
todos tus deseos, aguantar lo que se te ocurre: cambio de color, supuestas
reparaciones, aunque hoy son puros descuidos. Porque te has abandonado, tanto
tú, como nos has abandonado al descuido a nosotros.
-¿Cómo dices eso? ¿De
qué manera los he abandonado a ustedes?
-Mujer, mujer ¿cuánto
tiempo hace que no pintas nuestros muros, para remozarnos? Yo literalmente me
estoy cayendo a pedazos pero por descuido; pasa y pasa el tiempo, el sol y la
lluvia han cuarteado mi cuerpo, lo que ocasiona que, por las grietas, se haya
filtrado agua, y que, además de vestirme de hongos, mi piel ocasiona que me
descascare y empiece a tirar escamas por el piso y muebles, pero ya ellos te lo
dirán.
Temblando bajo mis
pies, el piso de la casa me habló
-Lo que el cielo raso
dice es verdad, no solo me caen encima sus escamas, sino que el polvo se
acumula en mí, y tu olvido me ha cubierto. Te pasas el tiempo tristeando
sentada en el sillón o tumbada en la cama, y yo aguantando el peso de polvo y
abandono. Ya no pasas la escoba como antes, que además de sacarme de encima
tanto descuido, me hacía unas cosquillas que me mantenían alegre y relajado.
Recuerdo también que, después de hacerme cosquillitas con la escoba, me bañabas
pasando un trapeador húmedo y oloroso a pino, me dejaba brillante y
aromatizado. ¡Ay qué tiempos aquellos! ¿¡Por qué nos has olvidado!?
Me sentí apabullada,
pero no me quedó más remedio que darles la razón. Escuché un murmullo que iba
en crescendo con muros, piso, muebles y techo hablando al mismo tiempo, a los
que se les unían las arañas de los recovecos. Agobiada intenté prestar
atención. Todos y cada uno de quienes formaban la casa se atropellaban para
hablar
-Yo también quiero
hablar, decían.
-¡Alto, por favor!-
dije levantando un poco la voz para hacerme oír– está bien ya entendí y tienen
razón, les ofrezco una disculpa y prometo hacer mi mejor esfuerzo para tenerlos
presentes, tanto a ustedes como a mí misma. Desde hoy dejaré de olvidar, de
olvidarme y olvidarles a ustedes.
Fue agotador darme
cuenta de tanto abandono, ya era muy noche, muy noche, por lo que me fui a la
cama con el firme propósito de empezar al día siguiente.
Me quedé profundamente
dormida con el agobio.
La casa me agradeció
que la hubiera escuchado y guardó un silencio respetuoso para mi descanso.
Temprano por la mañana, ella sonriente, abrió las ventanas para dejar entrar al
sol y que éste pudiera despertarme. Pero fue inútil. Yo había pasado mucho
tiempo en el abandono, por lo que, mientras dormía, mi corazón se detuvo.
Paty Rubio ©®
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