Algo de casa

 


Algo de casa

Ella es la vía que me lleva al cielo de mi cielo interno. Cuando escucho el crujido de cada escalón bajo mi paso.

Me duele pensar en la cansada y descuidada escalera, de madera pintada que tiene treinta y seis años soportando, primero, el paso y correteo de niños y el peso de los adultos. Hace ya casi cuatro años que solo soporta mi andar, cada vez más cansado y riesgoso.  

Digo riesgoso porque todo adulto mayor cada día que pasa, en un momento dado trastabillamos más. Subir escaleras continuamente, representa una mayor posibilidad de caer abruptamente y casi sin darnos cuenta.

La de veces que siendo un poco menos que adulto mayor, yo he caído de ella, fracturándome huesos debido a esas caídas.

Hoy la escalera de casa luce un pálido color descuidado y viejo, cuyos peraltes desordenados, unos más altos qué otros y los escalones se quejan cada vez más.

Aunque siempre han crujido como toda madera viva, la diferencia es que eran más jóvenes, pero como todo y en todos, el tiempo pasa y va haciendo estragos, así que hoy se escucha que rechinan más fuerte.

Hasta las paredes se dan cuenta de que alguien la sube o baja y tiemblan con el molesto ruido.

Estoy segura de que, si pudiera ver el rostro de los muros y del cielorraso, sé muy bien que notaría como cierran los ojos y fruncen el ceño, amén de querer taparse los oídos para no escuchar el quejido. Me pasa a mí también.

El pálido y triste color qué hoy la viste, descarapelado y pálido por la vejez, deja ver partes desnudas y grisáceas, porque su color a madera joven y llena de vida se ha perdido con el paso de la inclemencia del tiempo.

Ay, mi triste y cansada escalera ¡Cómo se queja cuando subo ya sea para soñar o morir a ratos, a ratos!

Porque hay de sueños a sueños a sueños y de muertes a muertes también; como las muertes chiquitas, por ejemplo.

Lo cierto es que los viejos escalones de casa, quienes me conducen a mi capricho cotidiano y me llevan a donde se encuentra mi nave de sueños; algunos le dicen simple y sencillamente cama. Esos escalones están cada día más viejos y compiten con la decadencia de ésta, mi cansada humanidad, que no se conforma con restarme agilidad por el natural paso del tiempo, sino que me cobra la factura de tantas caídas y huesos rotos años atrás.

Igual y me disculpo con mi escalera por seguir aguantando mi peso y le agradezco que no termine por colapsar, pero lo siento, mi cama, que se encuentra en la parte alta de la casa, me espera para llevarme a volar por mundos ignotos o bien, para esperar la llegada del día en que la muerte mayor, no permita que yo despierte en este mundo… por haberme ido con ella de regreso al verdadero hogar.

Paty Rubio ©®

 

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