Discusión y orgía en el piso de mi habitación

Discusión y orgía en el piso de mi habitación   (editado 2022)
Esta mañana no podía bajar de la cama. Mucho menos después de despertar con el barullo que hacían los zapatos. 
Peleaban por un lugar en el piso donde se encontraban desperdigados: zapatos de tacón alto de varios colores, botas y medias botas; algunas con peluche por dentro… para los días de invierno y otras de piel lustrosa solo por adornar con elegancia. 
Zapatos tenis sin ton ni son, algunas sandalias, muy destapadas las descocadas. Parecían tener una orgía monumental pues estaban unos encimas de otros sin llegar a juntarse en pares. 
El piso de la habitación era una masa informe de colores mezclados, donde se podían ver tacones sobre sandalias, botas abrazadas a tenis, y más. De manera indistinta, despuntaban entre ellos algunas prendas de ropa regadas de la misma manera que los zapatos. 
Me fijé en una pantufla mitad bota, tenía un cierre plateado al frente, justo en el empeine, de un azul desgastado que peleaba con un par de tenis despeinados, éstos tenían las cintas de color rosa, alborotadas como al garete y se encontraban desparpajados a la izquierda de dicha pantufla
-Ya les dije que se muevan a la derecha y un poquito más allá.
Les decía la pantufla muy enojada, impostando la voz para hacerse escuchar entre todo el barullo organizado, por quienes llevaban la orgía a cabo y señalando a una distancia de dos metros con treinta
- ¿Que no se dan cuenta que cuando la mujer se levante, éste lugar que hoy invaden será necesario que esté libre para ser ocupado por mi pareja? ¿¡Con un carajo… por qué no me hacen caso!?
Los tenis se reían y le sacaban la lengua en son de burla o gritaban un estribillo infantil 
-“lero, lero, te dejaron sola, lero, lero candilero”. 
Y soltaban la carcajada.
Yo que no podía bajar de la cama, enojada por haber despertado de forma tan intempestiva, además de sentir una gigantesca pesadez en las piernas y que me provocaba insoportable dolor en las rodillas. Como pude logré, con mucho trabajo, ponerme de pie quejándome a cada paso que daba. 
-¿Y ahora qué será lo que me pasa?
En un acto mecánico, bajé las manos para sobarme las rodillas, al sobar las corvas me sorprendí con lo que encontré detrás.
Rápidamente y con temor, temblando de pies a cabeza volteé a mirar y… tuve que ahogar el alarido que se formaba en mi garganta, mientras meneaba la cabeza compungida y resignada por lo que, recién me daba cuenta de manera consciente… sucedía. Atinando sólo a exclamar... 
-¡Ay, ahora entiendo el porqué de tanta pesadez y dolor en mis piernas! 
Y pude comprender lo que venía sintiendo y me causaba tanto malestar. Llevaba… un mundo entero de sesenta y nueve años.
Paty Rubio ©®

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