Piojos
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Piojos
(Cuento)
Otra vez rapada. ¿Cuántas veces le habían
cortado su cabello? Apenas empezaban a crecer sus hermosos rizos y éste ya
estaba empiojado de nuevo. Raparle era lo que su abuela hacía como remedio.
¿Porque a su prima no le cortaban el cabello?
La tía Edelmira hacía lo necesario para limpiar
de piojos, la cabeza de su prima Nidia, con tal de no raparle. Le ponía alcohol
en toda la cabellera y se la cubría con una toalla por un mínimo de media hora,
después de transcurrida la media hora, se la espulgaban, sacando así las
liendres y oprimiéndolas entre uña y uña “para matar, por si acaso seguía con
vida, el huevecillo”. Después le pasaba un peinecillo de dientes muy delgados y
juntitos, que arrastraba los cadáveres de los pobres, infames y molestos piojos
ya muertos a causa del alcohol. ¿O sería que de tan borrachos se dejaban
arrastrar?
Nidia y Elisa eran de la misma edad, hijas de
dos hermanas. Nidia era más grande que Elisa por cinco días. La diferencia
entre ambas era que, Nidia vivía con su papá y mamá, y ella vivía con la
abuela.
Su mamá se había divorciado desde que tenían
uso de razón y al juntarse a vivir con Joaquín, la había dejado al cuidado de la
abuela Pita.
¿Por qué su hermano sí podía vivir al lado de su
padre Rogelio? ¿¡Cuántas veces le había pedido que se la llevara a vivir con
ellos!? Rogelio solo se la quedaba mirando, y terminaba diciendo:
-
Tú te quedas con tu abuela-
mientras le escondía la mirada.
Elisa pasó su infancia viendo infinidad de
diferencias en la crianza de todos los primos. Hoy que estaba cumpliendo sus
quince años, seguía preguntándole a su madre y padre, el por qué sin recibir
respuesta ¿Por qué no la querían con ellos? Ese día de sus quince, fue a
visitar a su papá, él había tomado mucho, y apenas podía sostenerse en pie
cuando le abrió la puerta. Su hermano no se encontraba, seguramente había
salido con sus amigos.
-
Elisa, ¿Qué estás haciendo
aquí?
-
Papá hoy cumplo 15 años
¿recuerdas? Como regalo quiero saber cuál es la razón por la que nunca me has
dejado vivir contigo. Con mi madre es lo mismo, aunque en ella lo entiendo,
Joaquín solo quiere a sus hijos. Pero tú, si nunca te has vuelto a casar o
juntar con nadie, ¿Por qué no?
Rogelio, tal vez a causa de la borrachera,
habló arrastrando la lengua, y por fin le dio a Elisa la razón que tanto había
pedido.
-
¿Quieres saber? Sucede que tú
no eres hija mía, mi matrimonio con tu madre terminó precisamente porque se
embarazó de ti y tu verdadero padre es Juan el carnicero de toda la vida. Y
como él ya estaba casado, nunca quiso que su esposa se enterara de tu
existencia. Tu madre y abuela siempre se callaron la verdad, pero sí, tienes
razón, ya es hora de que te enteres del por qué yo no tengo que cargar con el
paquete.
Elisa salió de la casa de Rogelio llorando a
mares y arrastrando los pies, sin decir nada. Tantas preguntas que se hizo
durante su triste existencia, sintiéndose menos que nadie en la familia,
empezaban a tener respuesta. Cada respuesta le estrujaba más el alma.
Entró a la estación del metro Insurgentes,
encaminándose al andén. Sentía ganas de arrojarse a las vías.
Paty Rubio ©®
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