A veces cuando me levanto de estar acostada

 

A veces cuando me levanto de estar acostada, o sentada, trastabillo y me veo forzada a recomponer como contorsionista, mi postura de pie y lograr así, mantener el equilibrio para no caer cuál larga soy.

Sé bien qué de una caída así no pasaría de fracturarme algún hueso.

La verdad es que he tenido tantas fracturas a lo largo de mi vida, que ya no sé ni a cuál hueso le tocaría una nueva. Pero bueno, eso de las fracturas y caídas no sería nada extraño. Ya mi madre en vida me decía, medio en broma, medio en serio:

- Ay hija… mejor deberías quedarte tirada en el suelo… y para andar la vida te levantamos cuando sea necesario.

¿Por qué digo esto?  porque mis fracturas y dolores sufridos físicamente, son poco menos que los espirituales. He vivido: abusos, violaciones, vejaciones y maltrato emocional. Principalmente por un hombre en quien tuve a equivocación el fincar amor e ilusiones que fueron vanas. Quien lo único bueno que me legó, fue la oportunidad de conocer sobre el infinito amor que una madre puede sentir por su cría ¡Mi hijo! Quien aún en el vientre me dio fuerza para abandonar a ese hombre y correr alejándome de su lado.

Creo que la decisión más importante y difícil que tomé en la vida, fue ser madre soltera. Y aunque lo perdoné espiritualmente, juré no casarme jamás.

Pasaron diez años después del nacimiento de mi primer hijo, cuando me decidí a tener otro ángel como hijo en mi vida, sin perder para nada mi soltería.

He vivido un enorme abanico de alegrías y tristezas, he navegado entre la felicidad extrema y la depresión más oscura, queriendo morir irremediablemente.

He querido irme de este mundo infinidad de veces, pero después de ser madre mis deseos de morir ya no eran por mi capricho o mi deseo egoísta, eran ocasionadas por alguna vicisitud que lastimaba a mis hijos, en las cuales yo no podía hacer nada por aliviar el dolor que ellos sentían. Me dolía más que cualquiera que me tocará a mí y no me sentía con fuerza para afrontarlo.

Invariablemente el deseo de morir venía a mi cabeza desde que recuerdo, pero si Dios no me ha llevado de la mano de mi muerte querida, me imagino que ha sido porque no ha llegado mi fecha de caducidad, a pesar de todos mis males físicos.

¿Por qué hablo de esto? Bueno, porque en días atrás, dos o tres días, mientras hablaba con mi hijo pequeño; un hombre maravilloso que me dejó conocer el inmenso e inconmensurable amor de abuela, cuando al despedirnos, como siempre me pidió:

- Má' por favor má'… Cuídate mucho, no salgas por favor, si mis tíos te están ayudando para llevarte lo que necesitas de despensa, no tienes ninguna necesidad de salir. Mantente a salvo

Mi respuesta fue:

-Hijo cuídense ustedes, ustedes son quiénes deben cuidarse mucho, yo ya no.

- ¿Por qué nosotros y tú no?

-Porque yo ya viví mucho y ustedes apenas empiezan su vida. Además, tú debes de hacerlo porque la niña, mi adorada Andrea te necesita mucho. Tienes que vivir para verla crecer. Así que eres tú quien tiene que cuidarse y cuidarla a ella.

Regreso al punto, lo primero que yo les mencioné, y es que cuando yo trastabillo me doy cuenta, más firmemente, que me ha pasado ya mucha vida por encima, alguna tan pesada que la gravedad de la tierra me hala como imán y la que aún tiene una carga de ilusión, como es ver a mis seres salvadores. En mi caso estos seres salvadores son mis queridos hijos y nieta. Quienes son mi ilusión, lo que aún me levanta y me impulsa a recomponer la postura para mantener el equilibrio de vida, y que todavía no me deje caer… mis hijos y Andrea, mi nieta adorada.

Los amo, los amo infinita e irremediablemente.

Paty Rubio ©️®️

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