Fragilidad

 Fragilidad

Deberíamos nacer con un instructivo de cuidados necesarios


Palabras 


¡Cómo pueden unas cuantas palabras, aún en broma, hacer tanto daño a una criatura! 


Recogida en el mercado


Un día, siendo una niña de escasos siete años, mi madre había salido de casa, mi tía, hermana de mi madre se encontraba con nosotros, supongo que estaría ahí para cuidarnos. Mientras comíamos mis hermanos y yo hasta el tercero de nosotros y dos hijos de ella. Reíamos y jugábamos como siempre. Le preguntamos cómo y cuándo había nacido cada uno de nosotros. Mi tía nos contó cómo había sido más o menos nuestro nacimiento. Cuando tocó mi turno ella dijo:

 -Tú no eres hija de mi hermana, te encontraron detrás de un bote de basura en el mercado

Lo creí, y me dolió mucho "enterarme" de algo que me rompió el corazón. En cuanto llegó mi madre a la casa le pregunté llorando si era verdad que me había recogido de la basura, mientras mi tía se reía, mi madre dijo a su hermana

-¡Mira nada más lo que haces! 

En realidad mi pregunta no fue respondida y la angustia y dolor se clavó en mi pecho.


Por qué se aman los hijos


Suponía que debía de haber dado una respuesta clara para tranquilizar a la niña que era, me sentí muy mal. Y bueno, los días pasaron. 

No mucho tiempo después, mis hermanos y yo estábamos reunidos en la sala con mi madre, no recuerdo bien quien preguntó queriendo saber por qué decía, que a los hijos se les amaba intensamente. 

-A los hijos se les ama porque a las mamás nos provoca mucho dolor el momento en que están naciendo.

Empezó a platicar primero sobre mi hermana mayor, quien según dijo, además de haber sido un embarazo muy deseado, había significado mucho sufrimiento y dolor al momento de nacer. Había pasado muchas horas en labor de parto, además de la incomodidad y temor de haberse quedado sola con su alma en una “Clínica” que, para esos casos, tenía el médico de cabecera de la familia. Y ahí voy yo de nuevo, tratando de reafirmar y constatar que en realidad sí era amada por mi madre, para de esa manera quitarme de una buena vez y para siempre los demonios que, rondaban en mi cabeza, y se habían plantado los muy conchudos desde el día en que se me clavó la espinita, a causa del comentario de mi tía, Esos que me hacían sentir triste todo el tiempo. Con esperanza pregunté 

-¿Má’ y yo también te dolí mucho?-

-No, fíjate que tú no me doliste nada –dijo- mira que en realidad casi , casi te sales sin darme cuenta y por poquito te caes al suelo cuando yo cruzaba por el resquicio de la puerta del Gabriel Mancera que es el hospital donde naciste, ya venías coronando, no bien me registraron cuando ya habías nacido.


Corte se graba


Mis demonios se carcajearon, y burlándose de mí se plantaron todavía más ufanos, con mucho daño. Cada regaño recibido, cada diferencia que yo sentí cuando veía alguna preferencia hacia mis hermanos. ¡Yo lo veía! Crecí creyendo que necesitaba hacer un esfuerzo doble, para ganarme el amor de mi madre. Fui una niña susceptible de ser manipulada, chantajeada. Y dentro del chantaje emocional que por muchos años me hizo, escuché de ella cosas que, hoy sé nunca se le dicen a una criatura pequeña, eran confidencias que sólo un adulto era capaz de entender. Lo que me dejaba, era angustia y desconcierto. No digo que fui maltratada físicamente. Creo que a causa de lo que me confiaba y cómo lo hacía, desde que tengo recuerdo, me sentí disociada de la familia, por instinto de conservación. Sintiéndome menos amada que a mis hermanos.

Hasta que pasé la adolescencia y me convertí en una jovencita, me di cuenta que había sido una tontería. Pero en aquel entonces, vaya que lo sufrí hasta el alma. Sé que siempre quise morir y hoy pienso que si no sería tal vez por esas vivencias. En fin, no lo sé a ciencia cierta, pero lo que sí sé es que fue una idea que me ha acompañado siempre. 


¿Demasiado tarde?


Cada vez que mi madre me abrazaba, ya sea al saludarla, o al despedirme, en las navidades o fechas de cumpleaños; por lo regular escuchaba de ella 

-Gordita te quiero mucho, aunque tú no lo creas, de verdad te quiero.

Pero a mí esas palabras, tristemente ya no me hacían falta, ni le daban tranquilidad a la niña que se quedó en un pasado que dolía. Me había construido una armadura. 

El tiempo que pasé deseando morir, sintiéndome sola, de estar en familia solo de cuerpo presente, pero ausente emocionalmente, jamás podrá restablecerse. No hay vuelta en el tiempo. No guardo rencor, en verdad que no, sé que ella no lo hizo consciente con la intención de hacerme daño. Pero no puedo borrar los años de vida llorando y sufriendo en silencio. 

A los ocho años, escuché por primera vez la poesía “Reír llorando” (Garrick) de Juan de Dios Peza, y recuerdo que significó un bálsamo para mi lastimado estado de ánimo. La hice mía por completo. Le di vida y me dije entonces, con cierto alivio, que no era yo la única que reía mientras por dentro estaba llorando. Así que acordé conmigo misma vivir una mascarada. 

“Mira bien y cuida que dices a un niño”.

Paty Rubio ©️®️

Comentarios

Entradas más populares de este blog

he aprendido a levitar

pasados los sesenta

en el vacío del sillón te pienso